María Pía es
una niña que vive con sus papás. Cuando termina de jugar con sus muñecas a ella
no le gusta guardarlas. Entonces una noche su mamá le pidió:
¡María Pía!
Por favor guarda tus muñecas.
No puedo,
respondió ella con voz torturada como si hubiese corrido la ciudad entera.
¡Entonces las
echaré a la basura! Quizá una niña pobre quiera jugar con ellas y cuidarlas. Le
advirtió su mamá.
Tras una
larga pausa respondió:
Sí mamá, bótalas
a la basura. Yo no las voy a guardar.
Entonces su
mamá Lulu, cogió una bolsa gigante y empezó a meter la primera de las diez
muñecas que yacían en el piso.
“Se las
llevará el basurero” le advirtió nuevamente.
Ella no
quiso escuchar, menos obedecer. Se quedó mirando como sus muñecas se iban
dentro de la bolsa.
Su padre sentado
en el sillón, vio alarmado que Mía, la mejor amiga y muñeca de María Pía,
terminaría en la basura con las demás. El papá pensó:
¡Esa muñeca tiene vida! No debe llevársela el
basurero.
Mía es una sencilla
y pequeña muñeca de trapo con trenzas y vestido rosado. Acompañó a María Pía
desde que era una bebé. Su mamama o abuela Chabela se la regaló. Desde entonces
María Pía y Mía toman el té juntas, conversan, juegan y hasta duermen la siesta.
Es como tener una hermanita especial, pues Mía hace de todo para divertir a su mejor amiga.
Entonces la
mamá recogió del piso a Mía para meterla dentro de la bolsa.
María Pía
algo confundida comentó:
Mamá, Mía se
queda conmigo. No la botes. La cogió fuertemente entre sus brazos. Sin embargo,
a los pocos segundos, por alguna razón, cambió de opinión y muy desafiante
ordenó:
Sabes mamá,
a Mía también bótala.
Sus papás no
podían creer que su hija echara a la calle a su mejor muñeca.
Con mucha
tristeza y confusión se cerró la bolsa, abrieron la puerta de la casa y la
dejaron fuera.
A los pocos
días, María Pía empezó a soñar con Mía. Se despertaba noche a noche extrañando
a su buena amiga.
Un día, se
acercó a su papi y le preguntó:
¿Vamos a jugar
papito?
Trae tus
muñecas reina, le pidió él.
Papá, ya no
tengo muñecas, respondió ella algo confundida.
¡Verdad!
Aseguró él. ¡Lástima! Tú echaste tus
muñecas a la basura ¿Recuerdas?
Ella sin
mover un ojo, se quedó pensando en lo que hizo. Extrañaba mucho a sus muñecas y
en especial a Mía. Se sentía muy mal el haberlas dejado en la calle y solo por
flojera de no querer guardarlas.
Pasó el
tiempo y María Pía volvió a preguntar por Mía. Su papá le explicó nuevamente
que se la había llevado el basurero a su casa.
Sus padres
no sabían que hacer al ver triste a su pequeña. Sentían mucha pena. Una noche
le preguntaron:
¿Recuerdas
que tú misma echaste a tu muñeca?
Sí,
respondió ella con mirada triste.
Ahora la
tiene el señor sórdido.
¿Quién es el
señor sórdido? Preguntó intrigada.
Él Sr.
Sórdido es un recolector de basura. Es
un viejo sucio y huele muy mal. Va por las calles revisando bolsas con
desperdicios que la gente ya no quiere. Él saca cualquier cosa que pueda vender
o que pueda necesitar, explicó el papá. Aquel hombre, camina por la ciudad de
Lima bajo el sol y la luna. Lleva un cochino saco de cuadros que no se lo quita
jamás. Él es tan avaro que no gasta dinero en una bolsa de té. El Sr. Sórdido encontró
a Mía por la noche y desde entonces, la lleva por las calles a recoger botellas
de plástico para venderlas. Ella ahora trabaja todos los días, recolectando con
él lo que nadie quiere.
¿A Mía le
gusta buscar botellas con el Sr. Sórdido? Preguntó intrigada la niña.
No lo creo.
Trabaja todo el tiempo. No ve televisión y no puede salir al parque a jugar.
Ahora
el Sr. Sórdido es su dueño de Mía, pues él se la encontró en una bolsa de basura y lo que recoge de
allí le pertenece.
María Pía
continuó triste. No tenía con quién jugar. La muñeca le hacía mucha falta. Sus
padres muy preocupados, buscaban la forma de solucionar el problema.
Una noche de
luna a pocos meses de la navidad, sus papás le explicaron a María Pía que Dios
hace milagros. Solo hay que pedirle noche a noche. ¡Dios escucha mucho a los niños! Terminó de
decir su mamá.
¡Hay que pedirle que Mía regrese! explicaron a
su hija. Quizá Dios la encuentre y la traiga de regreso en la noche buena.
María Pía
aceptó rezar todas las noches por más de un mes. Entonces, sucedió lo
inesperado.
Dios al
escuchar tantas veces el pedido, mandó a llamar a Papá Noél o Santa Claus. Él,
le pidió un favor muy especial.
“Quiero que
consigas una muñeca”
¿Cómo es
ella? Preguntó papa Noel sonriente.
Dios levantó
la palma de su mano y resplandeció una fuerte luz, la que luego se apagó. En un
segundo, apareció en sus manos la foto de Mía.
Papa Noel
cogió la fotografía y la miró fijamente. Dio un fuerte respiro y subió a su
trineo. Luego se marchó por los aires. Volando entre las nubes, vio una vieja
casa que arroja humo de su chimenea. ¡Esa debe ser la casa que busco! se dijo
entre dientes. Ordenó a sus renos bajar de inmediato y pronto estuvo frente a
la vivienda.
Pom, pom,
pom, pom, tocó Papa Noél con mucha fuerza la vieja puerta de madera.
¡Abre! Gritó
desde dentro una gruesa y fuerte voz.
Se abrió
esta con un fuerte crujido, típico de una vieja puerta de madera a la que le falta aceite en sus bisagras.
¡Pase!
¡Entre ya! Gritó el Sr. Sórdido.
Papa Noél
vio que una muñeca le abrió la puerta. Él la miró fijamente. En seguida sacó de
su bolsillo la foto que Dios le dio. Santa la observó por un momento, dibujando
una larga sonrisa en sus rojizos labios. Sin duda era la que buscaba.
Luego, dio
un paso hacia dentro, rechinando la agrietada madera del piso, sonando tan
fuerte, que algunos ratones que yacían por allí, corrieron a ocultarse en sus madrigueras.
Había cosas
viejas por todo el sucio piso, como plásticos, botellas, papel viejo y
cartones. La casa además tiene mucho polvo y bichos. ¡Arañas! ni que decir, de
la cantidad que se podían ver.
Dentro de
todo eso, inmerso en el medio de la suciedad y basura, había un hombre sentado
de espaldas, descansando en un viejo sillón a rayas de color rojo y verde. El
hombre no se mueve, no habla y el silencio de la casa fue total. Solo se
escucha el estallido de la leña al quemarse contra el fuego de la chimenea.
Santa volvió la mirada a Mía. La pobre estaba
muy sucia. Su rosado vestido había envejecido y poco faltaba para romperse completamente.
Sórdido
gritó:
¡Leña! ¡Trae
leña niña! Mía corre de inmediato hacia un grupo de maderos apilados junto a la
chimenea. Cogió un pesado leño y lo arrojó al fuego de la chimenea con todas
sus fuerzas. A Sórdido no parecía
interesarle la presencia de Santa. Hasta ese momento, ni siquiera se volteó
para mirarle.
¡Buen día
tenga usted Sr. Sórdido! Saludó Santa, dando unos pasos hacia adentro.
Que tiene el
día de bueno. ¡Debo trabajar! respondió algo molesto. Ya quisiera estar en su lugar,
pues usted solo trabaja en navidad, expresó burlonamente Sórdido.
Santa rió
fuertemente a carcajadas por un rato, hasta que dijo señalando los cielos:
Bueno ¡Al
grano! Vengo por un motivo muy especial.
¿Ah sí?
¿Acaso cenarán conmigo en la noche buena? O ¿Quizá me regalen un jugoso pavo?
Preguntó sórdido riendo sin levantarse de su sucio sillón. De repente gritó a
Mía.
¡Trae agua
para el invitado! ¡Rápido niña tonta!
Ella cogió
un vaso de vidrio y lo llenó de agua.
Caminó muy rápido y se tropezó con una vieja lata de sardinas que yacía
en el mugriento piso de madera. El vaso
se quebró en varios pedazos.
¡Niña torpe!
¡No sé para qué te traje!, vociferó. Ve a limpiar antes que me corte un pie.
¿Limpiar? Si
al parecer en esta casa no existe una escoba, afirmó Papá Noél en tono burlón,
mientras empujaba suevamente con sus
negras botas un ratón que comía relajado un pedazo de pan.
Bueno Sr.
Tonel ¿Qué busca usted en mi humilde hogar? Preguntó algo enfadado el Sr.
Sórdido.
Busco
llevarme a esta muñeca, respondió. De la impresión Mía dio un paso hacia atrás
o dos hasta caerse de espaldas.
Jajajaa
arrancó en risas el basurero. ¡Qué niña tan torpe! Al menos me hace reír de vez
en cuando. Luego su cara cambió a la de perro rabioso y continuó:
Usted sí que
está chiflado Sr. Papá Tonel, perdón Noél.
Esa niña me pertenece. Yo la encontré en la calle y ahora ella me ayuda
con todas las tareas. Yo le enseño y ella aprende. Pronto me haré más viejo y
necesito alguien que trabaje por mí.
Sr Sórdido,
me temo que arruinaré sus planes, pues vengo de parte de Dios. Hay una pequeña que extraña su muñeca y reza
todos los días con sus papás. Mi señor ha decidido regresarla a casa.
Pero, ¿Qué
clase de niña bota su muñeca a la basura? Preguntó sórdido muy alterado.
Una que ya
aprendió la lección y merece una oportunidad. Todos merecemos una cuando nos
equivocamos, sí señor. Así que no tiene usted mucho que replicar y deberá entregármela, amenazó Papá Noél
sacándose la gorra de la cabeza.
Le aconsejo
que acepte. Si usted se niega al pedido, mi señor el que está en los cielos
celestiales, explicó señalando hacia arriba, se molestará, ya que usted
impedirá un milagro de navidad.
Ustedes sí
que saben molestar a un pobre viejo como yo.
¿Pobre viejo?
Pobre es esa muñeca que tiene que trabajar y vivir junto a tanta basura Sr.
Sórdido.
Bueno ya
cierre la boca que me marea Sr. Tonel.
¿Qué me dará usted a cambio? Es bueno para pedir, pero para dar…….
Le daré un
jabón, una pasta dental y una navaja de afeitar a ver si quita esa sucia barba.
Pronto saldrá un murciélago de allí y de su boca una cucaracha.
Sórdido que
seguía sentado frente a su chimenea vociferó de pronto, tan fuerte que la casa
parecía caerse.
¡Leña! ¡Trae
más leña!, ¿No ves que hace frío? Mía corrió a buscar madera.
Papá Noel hizo
una seña a Mía para que le siguiese, así que ella se acercó a él.
Vamos
hijita, le ordenó con una gran sonrisa. Te regresaré a casa mañana en la noche
buena.
Mía con
lágrimas en sus ojos, abrazó una de las gruesas botas del navideño hombre y salieron
por fin de la casa.
Al amanecer
del día de navidad, María Pía se levantó muy temprano, diciendo:
¡Papá!
¡Mamá! Vamos a ver los regalos. Vamos a
ver si está Mía. Bajaron todos corriendo a la sala. El árbol de navidad estaba aún
con sus luces prendidas. María Pía miró a todos lados y la muñeca no estaba
allí. La sonrisa se le fue de la cara. Sus ojos se mojaron, brotando una
lágrima.
Mi reina, lo
siento mucho, dijo mamá apagando la luz del árbol.
Hay otros
regalos aquí, mencionó su papá.
María Pía
estaba muy triste, no se movió por un rato. Luego, lentamente, se acercó al
árbol a coger una caja grande que había allí. Podía ser el pianito que había
pedido tanto. Sin ánimos se agachó para coger el regalo. Una suave y pequeña
manito salió desde atrás del paquete y tocó la mano de María Pía. Luego asomó
una cabecita.
¡Es Mía!
Gritó alocadamente María Pía. Cuando ella quiso cogerla, la muñeca algo
asustada retrocedió un paso.
Mi hija María Pía y su muñeca Mía |
No temas
Mía. Ya no te botaré a la calle nunca más, te lo prometo, dijo María Pía.
Entonces Mía
corrió feliz donde María Pía. La niña levantó y abrazó fuertemente a su muñeca
favorita. Fue el día más feliz para ambas.
María Pía
prometió nunca más botar sus muñecas a la basura, sabiendo que por poco perdía
a la mejor de todas sus amigas. Asimismo, aprendió a valorar sus juguetes. Ella
sabe ahora que muchos niños no tienen con qué jugar. Tener una muñeca y que sea tu mejor amiga es
tu mejor tesoro. Nunca lo olvides.
¡Gracias Señor por ese hermoso
milagro de traer a Mía a casa! ¡Gracias Papá Noel!
DEDICATORIA
Dedicado en especial a mi hija María
Pía, mi única hija. Nunca olvidaré a Mía, pues yo mismo le di vida para que la
disfrutes siempre. Ella permanecerá en nuestros corazones. Cuando quizá leas
esta historia y seas mamá, sabrás que fui tu amigo de juegos y de tus sueños.
También te darás cuenta que el mundo se puede ver desde su lado simple y
sencillo, como lo viste tú cuando fuiste pequeña y volviste a llenar mi mundo
de fantasías.
Invito a leer mi obra para niños Lulita la estrella marina en Crisol, Zeta book o Amazon. Búscala aquí.
Instruye al niño en su camino . y cuando fuere viejo no se apartará de ella.
ResponderEliminarLa imaginacion de los ninos son muy extensas la mejor manera de ensenar las cosas de la vida es por medio de la imaginacion, a veces los adultos nos olvidamos que algun dia fuimos ninos con una imaginacion inmensa si pudiaromos acordarnos mas cuando eramos ninos podriasmos entender mejor a nuestros hijos.....me encanto la historia de Mia
ResponderEliminarbuena historia y enseñanza, pues no podemos dejar que ellos nos quieran dominar a tan corta edad!!!!! y sobre todo llenarnos de paciencia y mas amor para poder enseñarles q las cosas no son tan faciles como nosotros queremos hacerselas!!!!
ResponderEliminarLinda y tierna historia.... con muy buen fondo. Me gustó mucho. CC
ResponderEliminarEscucharte contarla fue increíble, porque se veían los sentimientos reflejados en tus palabras, poder leerla y ver la foto de Mia ha sido lindo.
ResponderEliminar