lunes, 12 de septiembre de 2011

TERMINEMOS CON EL SUFRIMIENTO

Nacemos para ser felices. Eres único e importante. Así lo dijo Dios. Ojalá el mismo nos lo pudiera repetir siempre y dejar de sufrir tanto.
Quizá el único problema del hombre es el sufrimiento. Desde siempre ha intentado escapar de el, darle una solución, hasta lo ha llegado a adorar. Ni siquiera el dinero, el poder, el status social o el tener una mente privilegiada, han logrado acabar con el.
Desde que empezamos el colegio, hasta que somos viejos, estamos sometidos a la comparación y al sufrimiento. Se nos condiciona a ella desde siempre. Tu compañero es mejor que tú, ella es mejor en matemáticas, porqué tú no lo haces como él,  y tantas frases se nos vienen a la mente ahora. En el colegio, el profesor compara a los alumnos diciendo: Tú no eres tan bueno como A. El maestro destruye a B.  Reflexionemos en eso. Luego nos empezamos a comparar con otras personas, primero nuestros padres, hermanos, primos, luego con nuestros compañeros de trabajo, amigos. Si soy lento, deseo ser más rápido, si soy torpe, deseo ser más listo, si soy pobre, deseo ser rico, si soy negro deseo ser blanco. Todo este sentimiento de no querer ser uno mismo, se traduce en sufrimiento.  Siempre nos estamos comparando, queriendo ser como el otro es. La comparación genera conflicto. El conflicto trae sufrimiento.
Otra forma de atraer el sufrimiento es cuando decimos: Deseo ese auto con toda mi alma, en vez del que tengo. Deseo una casa en vez de un departamento.  Trabajamos sin parar para conseguir ese deseo, ese placer, dejando pasar el crecimiento de nuestros hijos y de tantas hermosas cosas que la vida tiene para nosotros. Donde hay placer en cualquiera de sus formas, hay sufrimiento.
El sufrimiento del que hablo, no es el que se deja ver en llantos y pataletas. Este deviene muy del interior nuestro y se manifiesta en un fuerte stress y en muchas otras formas más.
Podríamos vivir los seres humanos sin compararnos?
Yo creo que si y podremos ver la esencia o lo mejor de cada uno.  Para entenderlo mejor: si uno compara dos cuadros, realmente no estamos mirando a ninguno de los dos. Solo se puede ver un cuadro, cuando no se compara con otro. Si comparamos dos seres humanos, uno rico y el otro pobre, no veremos su verdadera esencia, pues nuestra mente ya está condicionada a la condición económica de cada individuo. Aprendamos a mirar sin comparar, sin condicionamientos, sin juzgar.
Cuando dejemos de compararnos uno con los otros, podremos mirar mejor en nuestro interior y sacar adelante nuestras fortalezas y virtudes, eso ayudará a elevar nuestra autoestima, sufrir menos y vivir mejor.
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