Acabamos de subir al barco de Dios |
Salimos rápido del Eduardos y nos trepamos a la lancha para alcanzar el crucero. El barco de Dios se había perdido en el serpentín de la selva. Su había ido. Hemos demorado alrededor de cinco minutos o diez para alcanzarlo, hasta que cruzamos una curva y el barco divino estaba de lado en el río como a la deriva. Esperaba por nosotros, nuestro destino tomaba color de rosa jajajaja y las risas y felicidad retornó a nuestras caras. Jajajajaja no parábamos de reír diciendo cosas halagadoras de todo tipo al carnicero Motta. El iba contando como negoció las tarifas al mismo precio en terraza que es primera, a precio de segunda. Jajajaaja seguimos riendo y de hecho no paramos hasta la noche de relámpagos en medio de la oscura selva amazónica.
Una iglesia en un poblado |
Por fin llegamos al nuevo barco y subimos al toque. En el primer nivel, había varias personas en sus hamacas, todos bajo techo. Lo bueno es que iba la mitad de gente que en el otro, más cómodo. Alguien dijo: ustedes al tercer piso. ¡Obvio! me dije. El tercer piso es solo de nosotros para nuestra fiesta privada. Seguimos subiendo y por fin llegamos. Había solo medio techo o más. El resto del barco, hacia la popa es al aire libre. El sol calentaba con toda su fuerza.
Coletti, yo, Dark y carnicero Motta. |
Imaginando la mano del Mounstro |
Yo, el carnicero Motta y Coletti |
En plena selva amazónica |
Toda la tarde la pasamos haciendo bromas y más bromas. No paraba yo de reírme con mis amigos. De cuando en cuando, el barco entraba en una curva y por las canaletas del techo botaba agua cristalina de lluvia hacia el río. Eso lo usamos como ducha para matar en algo el calor. Metíamos la cabeza en el chorro. A los 5 minutos ya estábamos secos otra vez por el intenso sol. De esa agua no bebimos aunque se podía, pues abundaba el pisco y el RC, que es un trago afrodisiaco de la selva. Ese trago tenía algo raro pues, empezamos a creer que había una especie de mounstro del río que correteaba a Coletti. El carnicero Motta y yo, imaginamos lo mismo a la vez. Una mano huesuda y gigantesca, sale del río. Con sus largas uñas, lo coge a Coletti fuertemente, clavando una de ellas en el esternón, pegándolo a la borda. Luego le dice al oído: ¡relájate! Eres mío. Con otra de sus largas y mugrientas uñas, lo seduce, de tal manera que cae rendido a sus pies.
Yo, disfrutando del sunset |
Otra alucinación del trago selvático, es que vimos un ave en una playa de arena blanca, cosa que abundan en el río, abriendo las alas constantemente. Luego esta ve a Coletti y se hace gigante. Llega al barco volando y lo rapta a nuestro amigo, para llevárselo a su nido y esposarlo de por vida. Jajajaja no paramos de burlarnos de esas cosas en meses.
Ese día solo recuerdo reír y reír. Ser muy feliz, sabiendo que podía estar allí dos días o quizá tres días. Parte de la tarde llovió. No nos importó. Pudimos ver al atardecer el mejor sunset selvático.
Yo al atardecer en la selva |
Anocheció y nos orillamos para que suba y baje gente. Recuerdo particularmente un pequeño pueblito a orillas del río. Arriba, en su parte más alta había un kiosko. ¡Hay que comprar unas chelas! Dijimos. Yo voy dijo Coletti. Que no se vaya el barco sin mí, gritó. Bajo corriendo y subió por el lodoso camino. Luego llegó con una botella plástica de dos litros llena de cerveza. ¡La juerga continúa! Ya como a media noche, recuerdo estar echado en la hamaca al borde de donde acaba el techo del barco. Ya cansado del gran día, veía asombrado los relámpagos que iluminaba el oscuro cielo. Que maravillosa selva, pensé y me quedé profundamente dormido en mi hamaca.
Esta historia continúa.
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