jueves, 12 de abril de 2012

Un día en Cerro Azul, fuera de Lima


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Afortunadamente, gracias a Dios tengo algunos pocos amigos que son independientes, aparte de eso,  no son de esos pobres fantasmales hombres que  están pisados por sus esposas ¿osas?
Yo, en la mera puerta de la Anchoveta Azul
Con gente como esa se hacen cosas diferentes, como no trabajar durante un día de la semana  y hacer lo que antes no pudiste. Un caluroso jueves terminando el mes de marzo, decidimos salir de Lima. Solo ida y vuelta hasta Cerro Azul que dista en el km. 132 al sur de Lima.
Queríamos almorzar algo rico, diferente, lejos de la bulla y de ver tanta gente corriendo de aquí para allá, tocando el claxon del auto como si fuera sabe Dios que, aburriendo más y más al pobre prójimo por el que se persignó el domingo en misa, delante de su familia.  Bueno que más decir, la cosa es salir de Lima, más rápido mejor. Sin duda, crecemos espiritualmente más, fuera del bullicio.
Tras un viaje de una hora al menos, desde Lima y de pasar por el criminal peaje de los 11 soles, llegamos a la hermosa playa. Las casas son muy antiguas, bordeando el año 1,900 a 1,920. Quizá algunas otras más antiguas. Hay poca gente en sus calles ¡Qué suerte! Todo es tranquilo y silencioso.
Cerro azul tiene mucha historia, como que allí en su antiguo muelle desembarcaron por primera vez colonos japoneses en 1,899 y se distribuyeron por todo el Perú.
Nosotros buscábamos un restaurant donde se come anchoveta de varias formas. Creo haber visto a Manolo de reportajes al Perú comiendo allí. ¡Qué buena chamba Manolo! Medio Perú te envidiamos.
Bueno el lugar se llama la Anchoveta Azul y en verdad no tardamos nada en encontrar dicho refugio, que está al final del lado sur del malecón. Me llamó la atención que tuviera una lancha pesquera anexa al comedor que apunta hacia la playa. ¡Aquí es!  Le dije a mi amigo Henry. Lo más curioso y fantástico es que el dueño del restaurant, tiene su dormitorio en dicha lancha, bajo las escotillas.
Chicharrón de Anchoveta
Bajamos y nos atendió muy bien el dueño, un Sr. setentón que había sido pescador. El nos contó que ya no había cojinova, bonito, lenguado grande y otras especies que antes comíamos. Todas esas especies están amenazadas por la sobrepesca. Nos explicó que la anchoveta tiene mucho omega que es buenísimo para la salud y altamente proteínico.
Nos trajo un plato de tiradito de anchoveta y chicharrón de anchoveta. Esta venía con cabeza y todo, lo cual nos causó algo de temor para comer. Lo cierto es que está tan cocida que las espinas y cabeza se deshacen en la boca. ¡Recontra bueno! ¡Recontra! Otro plato que pedimos fue pez espada, magníficamente condimentado.
Con el dueño, encima de su dormitorio.
Ya no veo las horas de regresar y hacer una deliciosa sobremesa, con esa brisa refrescante que entra al restaurant y una quietud envidiable.
Restaurant  La Anchoveta Azul, vaya, relájese, coma algo sano y diferente o simplemente siéntese a la orilla y mire lo hermoso del volar de las gaviotas y las olas romper ¡Maravilloso!




Oscar Prieto Ramírez

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