Luego de haber aprendido de la gran lección que me dio una vez mi padre y el cual narré en artículo anterior, entra aquí si deseas verlo, no imaginé jamás similar lección me tocaría dársela a mi propia hija María Pía.
Un día, entramos al mercado del Edén en Surco. María Pía en su temprana curiosidad, se detuvo en una tienda que venden juguetes y empezó a manipular algunas cajas. De pronto una de ellas se cayó al piso. Ella recogió la caja y la puso en su lugar. Yo le dije:
María Pía, debes tener cuidado de no romper un juguete. Pídele disculpas a la señora.
Mi hija, cual exorcista, giró lentamente la cabeza hacia el lado izquierdo y se quedó inmóvil, por más de veinte segundos. Un típico gesto de niño, demostrando que no está de acuerdo con lo que papá le pide o quizá le da mucha vergüenza hacerlo.
Volví a insistir. María Pía, pide disculpa a la señora. Nada. La cabeza se le quedó chueca. ¡Por Dios que niña! Pensé.
¡Última vez! Le advertí con fuerte voz. Nada logré.
La señora me dijo. No se preocupe señor, déjela tranquila.
¿Qué no me preocupe? Le respondí. Me preocupa más de lo que tiene idea. Ella necesita aprender a disculparse. El no hacerlo, le puede cerrar muchas puertas en su vida y arrastrar mucho sufrimiento. Eso debo corregirlo a su temprana edad.
Cogí a María Pía tal saco de papas y me la puse al hombro, con su cara mirando el piso. Salí del mercado y la llevé fuera, al estacionamiento donde estaba el auto. La encerré allí, a pesar de sus súplicas. Volví a entrar al mercado y esperé medio minuto sin que la pueda ver. Afiné el oído por si gritaba demasiado, pues mi intención tampoco era aterrarla. Luego del tiempo programado regresé al auto y poco antes de la puerta me detuve a mirarla fijamente.
Ella lloraba desconsolada. Abrí la puerta y le pregunté:
¿Pensaste en lo que te pedí? Sí papá, respondió ella llorando.
¿Te disculparás con la señora? ¿Lo harás?
Si papá lo voy a hacer. La saqué del carro y la abracé. La regresé al puesto de juguetes y la puse delante de la señora:
Mi hijita desea decirle algo. María Pía entró a la tienda, cosa que no esperaba y se paró delante de la señora.
¡Disculpe señora! dijo maría Pía. No te preocupes reina, respondió sonriente, dándole una caricia en su cabecita.
¿No es más fácil María Pía? ¿No es más fácil? Le reiteré, mientras agachado, la miraba fijamente hacia lo profundo de su mirada
Si papá, respondió ella.
Las personas esperan una disculpa. Eso es bueno. Ya sabes lo que debes hacer para la próxima vez, terminé de decirle.
La lección está transmitida de mi padre a mí y de mí a mi hijita. Todo es cíclico, todo da vueltas, lo que haces se paga, lo que expulsas regresa, lo que siembra cosechas, a toda acción hay una reacción, la que haces la pagas y que se yo. Hasta los Beatles lo dicen en una canción llamada The End del Abbey Road.
Al final, el amor que tienes, es el amor que hiciste.
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