domingo, 6 de julio de 2014

Carta a María Pía. Cómo me deshice de tu primera rabieta


Querida María Pía:
Tenías apenas menos de 2 años. Mi mamá siempre me había repetido que tú habías nacido para dar órdenes. Eso se notó siempre en tu fuerte carácter y me mantuve alerta.
Una noche en que yo trabajaba en la computadora, tú jugabas con tus muñecas.  Habías comido chocolate. Luego giraste hacia mí y me dijiste naturalmente:
Papá, quiero más chocolate.
No me reina, ya comiste suficiente.
¡Quiero más papá! Exigiste.
No mi amor, ya no más. Mucho chocolate te altera y no puedes dormir.
Seguí escribiendo en mi computadora y tú seguías mirándome fijamente. Como no me quitabas la mirada de bruja, volví a observarte para encontrarme con una sorpresa que me tenías reservada.
Sin quitarme la mirada, estiraste tu bracito y la palma de tu mano y con mucha fuerza te pegaste en la cabeza y la cara.
¡Por Dios! me dije a mi mismo, que hago.
María Pía y esa mirada que nunca olvidaré.
Al no ver tú una reacción de mi parte, nuevamente te pegaste a un lado de la cara.
Querías ese chocolate cueste lo que cueste y diste todo de ti para ganar esa batalla. Créeme que por poco lo logras.
Yo asustado giré hacia mi computadora nuevamente diciéndome:
¿Qué hago?
De pronto te miré nuevamente. Seguías parada allí son moverte, tal estatua. Tus ojitos clavados sobre los míos.
¿Sabes que María Pía? Te dije con voz calmada.
¿Por qué no te vas a un lado donde no te vea y te golpeas la cabeza contra la pared?
Puedes hacerlo todas las veces que quieras, terminé de decirte. Luego te ignoré.
Desde ese momento tu mirar fue feroz. Sabías que perdías esa batalla. Había desactivado esa poderosa bazuca. No dijiste más. Al medio minuto te moviste y te fuiste a jugar con tus muñecas.
Creíste que caería en tu trampa y cedería con el chocolate. Pude haber perdido, pues por temor a esa auto flagelación tuya, imaginé que podías estar loquita o que se yo.

Hoy en día veo a muchos padres cediendo ante las amenazas de sus hijos. Yo no soy de esos, menos tu mamá. Pude haberte dado ese chocolate víctima de mi temor y confusión. Hubieses ganado esa vez, como también ganar en ti ser una niña chinchosa  que todo se lo merece. Yo no creo en esos métodos de hoy en día en que al niño no se le toca ni se le castiga. Ya fuiste a la ducha fría y eso nos sirvió para mantenerte a raya muchas veces. Haz de saber que tus maestras y personas cercanas nos felicitan y te felicitan por ser una niña obediente, sencilla y amigable. Aunque no dejas de dar órdenes una u otra vez hasta hoy en día, sabes que te das contra una pared con nosotros, como te pasó años después en el día del padre. Entra aquí y velo tu misma.


Soy autor de cuentos de niños. Te invito a ver mis obras. 



Otras lecturas cortas de mi blog:
Mia regresa a casa. Aquí
Cómo echamos a Maléfica de tu cuarto. Aquí.

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